Comentario
CAPITULO VI
Del provecho temporal que resultaría a la iglesia y a sus
ministros (y a S.M. en el ramo de los reales novenos) de la
población de la campaña
Por solo el provecho de fomentar la cría de ganado vacuno y el de precaver que se nos extraiga, muerto o vivo para los portugueses del río Grande, sería de acometer a poblar nuestros campos y domesticar sus habitantes, sacando el gasto del erario. Pero no sólo el Estado, la población, la Real Hacienda, el comercio y la riqueza nacional, los que tienen interés en que se reforme y cultive la campaña. La iglesia es la más perjudicada en que no se lleven a efecto las providencias de reforma que dejamos apuntadas.
No hablamos de la pérdida principal de las almas de los miserables que nacen y mueren en la ignorancia que hemos referido. Tratamos de la pérdida temporal que hace el culto y los ministros del Altar por falta de arreglo en la campaña. Su esterilidad procedida de la incuria de sus habitantes es la causa del desamparo de sacerdotes y ministros en que la hemos considerado; porque si se pudiese esperar de sus cosechas un diezmo razonable con que costear iglesias y Pastores no le faltarían tan absolutamente. Pero es el caso que ni la campaña contribuye lo que debe en justicia, ni rinde lo que pudiera, ni quiere pagar lo que está en costumbre. Explicaremos estas tres proposiciones.
No contribuye lo que debe de justicia, porque el diezmo de los cueros no lo pagan los estancieros de más de sesenta años a esta parte; y aunque se litigó este punto entre el Cabildo Eclesiástico y Secular en Buenos Aires, y obtuvo el primero a su favor sentencia de vista y revista (de que se libró la competente ejecutoria por el Consejo de indias) no se ha resuelto ponerla en ejecución su actual obispo don Manuel de Azamor, bien por un efecto de su carácter que va más allá de los límites de la liberalidad, o bien por no embarcarse en la resistencia que se puede recelar de los hacendados.
No rinde lo que pudiera porque hallándose inculta virgen toda la tierra de la campaña a excepción de alguno cortos retazos hacia las orillas de los ríos, su diezmo es tan escaso que no merece consideración, pues un terreno de tan grande extensión sólo ha rendido en los cuatro últimos años lo que consta de la siguiente nómina.
Año de 1790
En granos ...... 8520"2
En ganados de la jurisdicción ................................................................... 1485
Idem de la Campaña ..............................................................468. 6 11, 058, 5
Huertas y aves .................385.
Ciudad y ejido ..........................................................................................130.5
Año de 1791
Granos 5443,3
Ganado de la jurisdicción ..........................................................................2187
Idem de la Campaña ........................................................901. 6 1/2 9" 180" 4-
Año de 1792
([Granos])..............................................................................................([5 (//)])
Granos ....................................................................................5999 5.10"558"5
Ganado de la jurisdicción ..........................................................................2875
Huertas y aves............................................................................320 ([30 578])
Ciudad y ejido............................................................................. 070 30, 797.6
Año de 1793
Granos......................................................................................................7276,4
Ganado de la jurisdicción ......................................................................2047, 4
Idem de la Campaña ....................................................................... 819 10 578
Huertas y aves .........350
Ciudad y ejido ...........85
Finalmente no se quiere pagar en la Campaña lo que está en costumbre; porque este corto rédito que pagan a la iglesia, que tratan en la actualidad reclamarlo ante el Virrey de Buenos Aires pidiendo ser relevados en justicia del pago de este diezmo; poniendo por fundamento que la carga de los partícipes que consiste en la administración de los Sacramentos y en el Pasto Espiritual no lo cumplen en ninguna forma, puesto que ni tienen párroco, ni doctrina, ni misa en todo el año, y a virtud de esta excepción solicitan entrar a litigar en juicio con su obispo la indemnidad del pago de los diezmos, no contentos con que se les haya perdonado el de los cueros de sesenta años, cuyo importe pondría espantos, si se pudiese liquidar. Y unos hombres que en verdad no saben presignarse ni decir el Alabado, hablan con denuedo en puntos de derecho; verificándose en esto lo que dice San Lucas, que los hijos del siglo son más prudentes que los hijos de la luz en lo que mira a sus intereses temporales.
Los totales de la renta de diezmos que acabamos de copiar, manifiestan la extraordinaria feracidad del terreno que los produce; el diezmo del grano de la jurisdicción de Montevideo resulta ser de siete mil pesos al año más abundante, cantidad que equivale a setenta mil de producto y estos setenta mil pesos se pueden estimar en ochenta mil por la costumbre de cobrarse el diezmo por medio de encabezamientos, o de iguales ajustadas a ojo, o por las relaciones de los deudores que nunca pecan de largas. Estos 80 pesos de granos en un país donde el precio regular de la fanega de trigo sólo es de dos pesos en tiempo de cosecha, supone que el acopio de las cosechadas debe ser de cuarenta mil fanegas de medida de aquellas Américas, la cual es un setenta y cinco por ciento mayor que la de España; y las cuarenta mil de la cosecha de Montevideo se dan sobre un pedazo de terreno estrecho y mal cuidado que en nuestra península no alcanzaría quizás a rendir diez mil fanegas de su medida municipal, y en algunas partes se coge este fruto sin haber dado más beneficio a la tierra que el de un par de rejas, y con esta simple operación se retira descuidado el labrador, dejando a cargo de la naturaleza que haga lo que falta, hasta dar las espigas cargadas al tiempo del estío.
Como este fruto no tiene estimación en aquel lugar, ni consumen sus habitantes la cantidad proporcionada a su número, no se dedican a la labranza con aquel ahínco que lo hacen nuestros españoles, o por mejor decir lo hacen con tan ningún empeño ni solicitud que son labradores, y en nada parecen que piensan menos. Bien es cierto que esto no se puede atribuir enteramente a la incuria de aquellos naturales, sino al poco valor que tienen los trigos por falta de salida y de consumo; y el poco provecho que sacan de esta negociación los inclina con preferencia a la cría de ganados, que es sin comparación más lucrativa.
Pero el precio de los trigos crecería allí visiblemente juego que se poblase la campaña y se comenzase a civilizar porque así se mejorasen de costumbres aquellos habitantes, trocadas las suyas por las nuestras darían principio al uso del pan de que ahora no hacen aprecio aunque se les pone en las manos, y haciendo construir molinos de agua o de viento (que para uno, y otro es la situación aparente), reducirían sus granos a harinas y podrían hacer dos comercios ventajosos: uno con España que no siempre cosecha el que necesita, y otro con el Paraguay que no produce este fruto y lo hace conducir de las campiñas de Corrientes. En el día le faltan a Montevideo estos recursos, y no tienen sus trigos otro despacho que el que se consume en la Ciudad y Bahía; con lo que lejos de animarse a la siembra de este efecto, ni aún lo hacen del preciso para la jurisdicción de Montevideo, y necesitan socorrerse de Buenos Aires en algunos años; y como los labradores no lo son de perfección, ni tienen fondos ni quien se los preste, apenas alzan el trigo cuando empiezan a rogar con él, sino es que para poderlo segar han necesitado venderlo en la espiga por un precio ínfimo; y así el poder sacar a la campaña con nombre de diezmos siete mil pesos en producto de los granos, es una partida exorbitante, con todo de no ser ella el diezmo de lo que se podía recoger.
Luego que principiase la campaña a alimentarse de pan en todas sus comidas y se abriese la negociación con el Paraguay y con España, subiría el precio del trigo a cuatro pesos en tiempo de cosecha; y esto sólo bastaría a empeñar a aquellos naturales en una labor de tanta necesidad y donde hoy se cogen cuarenta mil fanegas se cosecharían doscientas mil y cabiendo a él diezmos de veinte mil, bastaría su producto sólo a mantener una catedral en Montevideo que excediese en rentas a las de Buenos Aires, Paraguay, Córdoba, Santa Cruz y otros de aquella América y a muchas de las de España.
E1 Reino de Chile, con ser de mucho menos extensión que el campo de Montevideo produce el trigo de su gasto y negocia con Lima en 200, a 250 mil fanegas todos los años por medio de los barcos de este tráfico; las mismas que cambia por azúcar, mieles, chancacas, cacao de Guayaquil y cascarilla; y aunque lo venden tan barato que a ocasiones no sacan más que cinco reales por cada fanega (puesta en el puerto de Valparaíso distante cuarenta leguas de la capital del Santiago) y lo común es venderlo de 8 a 10 reales con todo, vemos que no abandonan este tráfico bien sea porque en el cambio con aquellos efectos de Lima adelantan algunos intereses, o bien porque la suma feracidad de la tierra, da costeada la cosecha y es ganancia la mayor parte del precio que produce.
Pero los labradores de Montevideo que tienen la bella proporción de despachar sus trigos a España hechos harina, podrán aventajar un 200 por 100 sobre Chile, porque lo venderían a tres pesos en grano, y a cuatro en harina, quedándoles el producto de afrecho que es renglón útil en la América y sin esto le bastaba la provisión del Paraguay para hacer grandes progresos en este tráfico; porque precisamente son puertos de mar los del Paraguay y Montevideo, y por la navegación del Paraná se hace a poca costa la transportación de todo lo que se comercia con Buenos Aires en unos barcos pequeños que llevarían el trigo y las harinas y volverían cargados de los preciosos frutos de tabaco y maderas (en que abunda el Paraguay y hacen un fuerte comercio con Buenos Aires) y hierba mate que tiene el privilegio de ser único en aquel suelo y abastece toda la América meridional.
Hoy no se practica este comercio porque el gremio de labradores de Montevideo está reducido a un corto número de miserables, cuyas cosechas no pasan nunca de cien fanegas de trigo, y para recogerlas necesitan ordinariamente que se les dé el precio en que lo compraban en flor que apenas les alcanza para los gastos. Pero congregarlos todos estos labradores en población, y teniendo quien los socorriese, o formando compañías emprenderían negociaciones ultramarinas, fabricarían molinos y construirían carretas con que transportarían sus granos a poca costa estimulados de la ganancia; y esto mismo animaría a la gente de la campaña a dilatar sus siembras hasta sacarle a la tierra todos los años tanto, o mayor número de fanegas que el que se cosecha en el reino de Chile y de siete mil pesos que contribuyen hoy por diezmo de granos los inmensos campos de Montevideo, se podrían esperar veinte mil al precio de tres pesos cuando menos sin aguardar al invierno para su venta.
El maíz, la cebada, el garbanzo, el arroz, la lenteja, el fríjol, y demás semillas se podrían dar en igual abundancia y negociarse con el mismo provecho, contribuyendo este comercio a fomentar la carretería y la arriería, con lucro manifiesto del diezmo que es casi nada lo que hoy percibe por estos renglones.
Pero la renta más poderosa con que podría contar la iglesia y la que por sí sola bastaría a mantener una catedral con toda decencia sería el ramo del ganado.
De dos especies se hace cría abundante en los campos de Montevideo: vacuno y caballar y en menos porción que éstas el ovejuno y el de cerda. Este diezmo se cobra con separación de términos, unas veces por medio de arrendamientos y otras por administración. El primero de los términos es el que significa en las nóminas que hemos copiado al folio con la expresión de ganado de la jurisdicción y el segundo término explicado con la denominación de ganado de campaña. Aquel término comprende el territorio propio de la jurisdicción del Gobierno de Montevideo a la cual sirve el límite un cerro llamado Pan de Azúcar por el lado del mar, distante de Montevideo como veinticinco leguas, y partiendo de aquí a buscar la orilla del Paraná por una sierra que dicen La Cuchilla Grande, va a dar al arroyo de Cofré, encerrado en su ámbito un espacio de cuarenta leguas. Y el otro término arranca desde la cuchilla citada hasta el río Grande de San Pedro por la banda del mar; y hacia el norte oeste, hasta los pueblos de misiones, y hasta los linderos de la línea divisoria y campos neutrales de las dos coronas.
Siguiendo la cobranza de los diezmos de esta misma división, hallamos en las planillas del Quadriennio que el año que más ha rendido fue el del 1792 en que produjo 1.875 pesos libres; y vemos igualmente que el ganado de la campaña produjo en este mismo año 1.300 pesos habiendo habido algún tiempo en que sólo ha producido 468 pesos o reales. juntando aquellas dos sumas, sacamos que el valor total de lo que ha percibido la Iglesia de Buenos Aires por el diezmo de ganado vacuno, yeguas, lanas y de cerda en el año más florido ha sido el de 3.343 pesos 6 reales libre de gastos pero sujetos a la deducción de los Reales Novena.
Pues esta cantidad de 3.343 pesos 6 reales sería escasa para el Ramo de los Novenos si hubiese buen orden en la campaña; y no sería demasiada para ser el diezmo que se podría recoger. No hay duda, ni es una hipérbole esta proposición. Fácilmente se recogería del diezmo el ganado vivo de las cuatro especies dichas, 33.437 pesos reales que es el diez tanto de aquella cantidad, reduciendo la campaña a un sistema político y cristiano.
Para extraer de la campaña aquella suma no son menester más que 20 novillos que es el diezmo de 200 de cría; y bien fuese que estos novillos se destinasen al abasto, o bien que se redujesen a cueros, dejarían libres de gastos mucho más que 33.437. Conducidos al matadero deja cada novillo diez reales de utilidades cuando menos fuere del cuero; y faenados éstos y vendidos en el campo o embarcados para España, nunca podrían venderse por menos que por otros diez reales libres de gastos; con que deduciéndose veinte reales de cada animal, se sacaba por ellos, mayor cantidad, que la que hemos dicho.
Para tener por posible la cabida de 20 novillos todos los años en el diezmo de Montevideo debemos traer a la memoria lo dicho al número de orden a que los inteligentes en esta materia computan en un millón de animales los multiplicos del ganado vacuno que queda vivo cada año, después de lo que se comen los perros, y son abandonados por sus madres, añadiendo que cesando esta mortandad por medio de las providencias de buen gobierno, se acrecentaría el aumento hasta una mitad. No obstante haciendo nosotros la cuenta con sólo el ganado de rodeo, nos figuramos que de los tres millones de vacas y novillos que se dan a la campaña, sólo se pastorease la mitad, y que ésta produjese de aumento u respectiva tercia parte; y que de ellas solas se pagase el diezmo. Cobrándose únicamente por este pie, fijo y renunciándose el derecho a lo demás, cabían a la iglesia de Buenos Aires cincuenta mil cabezas de ganado todos los años; y dado que perdonase el medio diezmo, le quedaban veinticinco mil por su veintena; y separando 2.784 para los dos Reales Novenos, restaban a la iglesia 22.216, y faenadas, o llevadas al abasto habían de producirle 44.432 pesos y lo que valiese el sebo y la grasa.
Si dejamos correr la pluma por todos los espacios posibles de este dilatado horizonte deduciremos unas sumas que causarán espanto y darán que criticar al que no tenga inteligencia de este océano insondable; verificándose entonces lo que hemos concebido muchas veces y oído repetir a diferentes personas que no se puede creer, ni hacer juicio adecuado de la riqueza de aquellos campos sin pasar a verlo, porque nunca se computa bien su valor por mucho que se diga ¿quién ha de creer que hay estanciero de los campos de Montevideo (a quien conocemos y tratamos) que cubre con ganado propio sesenta leguas lineares de terreno? ¿Cómo se persuadirá quien no lo veo que es dueño en la actualidad de cien mil cabezas de ganado, herrado, amansado, y sujeto a pastoreo? Seguramente no lo creerá nadie. Sin embargo el hecho es verdadero, y toda la América meridional conoce al sujeto que decimos. ¿Pero cómo sería posible que en el año pasado de 1792 hubiese salido para España del puerto de Montevideo un millón ciento setenta y un mil quinientos y cuarenta cueros, sino que se procreasen todos los años este mismo número? ¿Cómo podría ser que los portugueses del Brasil poseyeran hoy tantas estancias pobladas de ganados, si nuestros campos no fuesen tan fértiles en esta especie a pesar de nuestra incuria?
No hay duda que aun sin necesidad de nueva providencia podría exigir la iglesia de Buenos Aires el diezmo de un millón de vacas y novillos si todo tuviese dueño; y sólo el valor de los cien mil animales a que tendría derecho le daría una renta superior a todas las catedrales de las indias. Pero si se entablase la reforma deseada, si cesase el incierto dominio de las cosas de la campaña, si cada hacendado trajese a rodeo el ganado de su propiedad, si se extinguiesen los perros carniceros, y se ahuyentasen los ladrones, podrían llegar estos diezmos a ciento cincuenta mil cabezas de ganado de asta, y su producido daría fondos para enriquecer la catedral de Buenos Aires y dotar otra en Montevideo.
¿Pues qué diremos a vista de esto del diezmo de las otras cuatro especies de ganado, mular, yeguar, lanar y de cerda? Bástenos decir que un caballo amansado de siete cuartas de alzada se compra en el campo por dos pesos y un potro, o yegua al pecho de la madre por medio real; que una oveja cargada de lana vale dos reales, y tres pesos un cerdo galgo. ¿Cuál será pues la abundancia de estas tres especies de animales, que vale menos, un potro, una yegua, y una oveja en Montevideo que un conejo en España?
Compútese sobre estos datos cuanto podría importar a la iglesia el diezmo de los animales de estas cuatro especies y gradúese como se quiera, vendremos a encontrarnos con una suma portentosa de dinero bastante para grandes empresas. A presencia de su alto valor sabríamos discernir de qué bulto ha sido la pérdida que ha hecho la iglesia en el olvido en que ha estado este tesoro. Entonces sabríamos cuanta es la desproporción que dice con la amenidad de aquellos campos la partida de 3.343 pesos ó reales que rindieron los diezmos de todo el ganado en el año anterior de 792. Y sabríamos por último lo que se puede haber sentido, que por la escasez del Noveno de fabrica padesca y esté experimentando la catedral de Buenos Aires la falta de culto, de Ministros y de esplendor con que la hemos visto con espanto.
Imaginemos por un momento que la Campaña de Montevideo ha sido poblada con media docena de lugares en que se han recogido los habitantes que hoy viven sin arraigo; figuremos que sus terrenos se han repartido en pedazos de 8 a 10 leguas con ganado proporcionado a su cabida; que se ha prohibido la extracción de cueros orejanos; que se ha extinguido el oficio de changador; que reina el arreglo, y el buen orden en la cría del ganado; que se han matado los perros cimarrones, las yeguas y caballos baguales, que se ha cultivado y sembrado toda la tierra sobrante a la cría del ganado, y que se ha puesto a la iglesia en posesión de todos sus diezmos. Sobre esta hipótesis, recorramos ligeramente las especies de que podría hacer comercio, y pagar diezmo la campaña, computando sus cantidades y valores por unos datos mínimos, y casi imposibles.
Supongamos primeramente que nacen todos los años en la banda del norte del Río de la Plata dos millones de ganado vacuno; y demos de gracias que muere la mitad; y que la iglesia en vez de cobrar el diezmo entero de este millón existente, reduce su acción al medio diezmo, y cobrar cincuenta mil cabezas de ganado en lugar de cien mil.
Convengamos en que arrienda este
ramo por no ocuparse en faenarlo, y que
no saca más que cuatro reales por cabeza
que son .........25.000 pesos
Que entabla su acción a los cueros en uso
de la ejecutoria que ganó en el Supremo
Consejo, y sólo cobra la veintena. Y pasan
do siempre de un millar los cueros que se
extraen para España en diez años a esta fe
cha, percibe la Iglesia 50 mil cueros por su
medio diezmo y los vende a peso.................................................50.000 pesos
75.000
Suma de la bta .......................................................................................75.000
Que razón del diezmo de mulas, yeguas,
cerdos, ovejas, lanas, queso, y leche, no
sacan más producto que el que le hemos
considerado al ganado vacuno que son 25
y bajemos no obstante a.........................................................................15.000
Que poblada y civilizada la campaña se
introduce en ella el uso del pan, y que se
pone por obra la extracción de harinas
para España, y se cosechan al año cien mil
fanegas de que recoge la iglesia diez mil y
las vende a dos pesos solamente ...........................................................20.000
Que el diezmo de cebada, arroz, fríjol,
lenteja, garbanzo, hortaliza, yerbales,
frutas, aves, grasa y sebo que recoge ....................................................10.000
Caben al diezmo pesos $ .....................................................................120.000
Aunque esta es en nuestro juicio una mitad escasa de lo que produciría la campaña a la renta del diezmo poblándola y cultivándola, le bajaremos todavía 20 pesos para pagar los dos Reales Novenos, la casa excusada y el 3 p. % de seminario y dejaremos en sólo cien mil pesos el importe de este diezmo.
Ya se ve que esta renta era muy deficiente para erigir una catedral en Montevideo que partiese entre su obispo, y el de Buenos Aires la cura de almas de tan grande territorio y que pudiese ser visitado, que es imposible a uno solo. Pero no consiguiéndose entonces el adelantar las rentas de la Mitra de Buenos Aires que con ser una diócesis inmensa es una de las más pobres de América y de España, sería más aceptado poner una Colegiata al cargo de un abad y doce canónigos, dotándola con el diezmo de la jurisdicción del mismo Montevideo y reservar el restante al obispo y canónigos de Buenos Aires para que se pudiesen aumentar sus prebendas hasta el número de 20 ó 24, del de seis a que están reducidas y poner en ella los capellanes veinteneros, sochantres, seises músicos y maestros de capilla de que carece absolutamente, no sin desdoro y grande mengua del culto divino y de la solemnidad de sus funciones. Con este mismo arbitrio engrosaría el noveno y medio de la fábrica que hoy no llega a dos mil pesos y donde pudiese costear aquella iglesia sus festividades, y reponer sus ornamentos y vasos sagrados, y edificar las torres y portada (que no ha podido levantar todavía y salir de la necesidad en que está que le obliga a pedir de puerta en puerta para el alumbrado del monumento en el Jueves y Viernes santo, y la priva hasta de poder reparar su templo material, que siendo tan nuevo (que se estrenó el día 25 de marzo el año de 91) es muy sensible verlo desmejorado por falta de reparo.
Entonces viendo duplicarse el obispo las rentas de su mitra dejaría quizás de percibir las cuartas episcopales, que en medio de ser limitadas gravan en demasía a los curas de la diócesis por lo tenue de todos los cuartos del obispado de Buenos Aires, empezando por los del sagrario; o en el caso de percibir este sufragio lo dedicarían a costear la visita de aquella región que acaso no ha sido visitada jamás de sus prelados por ser una obra que requiere gastos y años, y pasa de mil leguas las que hay que andar entre ida y vuelta para darla concluida.
Entonces visitando personalmente su obispado los prelados de Buenos Aires, y viendo que copiosa es la mies, y que pocos los operarios, querrían vivir en aquellos desiertos como los primeros obispos, instruyendo, bautizando, confirmando, y administrando toda especie de pasto espiritual a tanto miserable en quien no ha rayado todavía luz de la fe, sin embargo de vivir entre católicos, los cuales permanecen y mueren en la mayor ignorancia de los misterios de la religión, porque no han podido visitarlos sus obispos, ni éstos los conocen, ni ellos a su Pastor.
Establecida una colegiata en Montevideo tendrían los obispos personas suficientes que con más facilidad y menor costo saliesen cada año a visitar un pedazo de campaña, mientras el obispo no lo pudiese hacer por sí. A favor de este pensamiento hace mucho el estarse levantando en Montevideo actualmente una iglesia matriz de tres naves con 75 vs. de fondo y de frente que se halla a punto de cubrir su arco toral. Entonces no sería gravoso a S.M. auxiliar con una parte de estos mismos Novenos Reales al convento de San Francisco de Montevideo para que aumentase el número de sus religiosos con el cargo de tener dos todo el año que anduviesen misionando en los pueblos de nueva fundación y por las estancias de mayor concurso; o podría fundarse en el campo si parecía así más conveniente, un convento de misioneros recoletos, semejantes a los de Chillan, y Ocqba de donde saliesen dos religiosos todo el año a hacer sus excursiones apostólicas, quedando en la casa los bastantes para doctrinar, confesar, y dar ejercicios; y se podría exigir con el mismo cargo en Montevideo un oratorio para Padres de la congregación de San Felipe Neri, a que sobrarían sacerdotes que quisiesen destinarse de los muchos y muy ejemplares que tiene aquel obispo.
Entonces finalmente la parte del Noveno y medio que llevasen los dos hospitales de Buenos Aires y Montevideo daría para el gasto de estas dos Casas de Misericordia, cuya pobreza es tanta que habiendo un hospital en cada una de estas dos ciudades, es lo mismo que si no lo tuviese; porque la estrechez de estas casas y la cortedad de sus entradas no permite que se puedan curar en ellas una sexta parte de los enfermos que necesitan de este refugio; y si el de Montevideo es estrechísimo y pobre, y carece de botica y de enfermeros, no es mejor el de Buenos Aires atendida la mayor concurrencia de enfermos que sobre un pie de población que es indecente a la Nación tenerlas sin este socorro de la humanidad. Pero si los hombres encuentran donde ser cura dos con más o menos asistencia, las mujeres de uno y otro vecindario carecen de aquel recurso. En Montevideo no tienen hospital bueno ni malo; y en Buenos Aires hay con este título una sala con docena y media de camas en las casas de las Huérfanas y aún para mantenerlas no hay fondos y sobran los apuros.
Sin embargo de lo dicho si fuese del agrado de S.M. erigir una catedral en Montevideo hay el arbitrio de partir de norte a sur el territorio de la campaña, y poner a cargo del obispo de Montevideo el terreno oriental hasta el mar, y el occidental al de Buenos Aires, dividiendo en los mismos términos los frutos de ambas diócesis. Porque todo el campo que corre desde la ciudad de Corrientes hasta la colonia del Sacramento, entre el Paraná y el río Negro está más cerca de Buenos Aires que de Montevideo y sería más fácil asistirse y visitarse por aquel prelado que por éste y así se lograría que sin quitar renta a aquella mitra quedase la suficiente para el obispo y doce prebendados en Montevideo; puesto que aunque no produjesen más que cien mil pesos los diezmos de este continente podían aplicarse treinta mil a Buenos Aires y dotarse con setenta mil la nueva catedral; y cuando fuese preciso que S.M. contribuyese a este proyecto con toda la parte de sus dos Novenos y casa excusada en nada se perjudicaba; y en la renta de alcabalas, almojarifazgos y ganado silvestre, iba a ganar mucho más.
Últimamente las premisas (de que hemos hablado y se hallan en costumbre de exigirse en los campos de Montevideo) y las cuartas episcopales que se acrecentarían considerablemente, darían nueva renta a los dos prelados y a sus ministros como que se aumentarían los funerales y todas las obvenciones del altar de que ahora no hay noticia en el campo. Lejos de esto los muertos se quedan insepultos las más veces, o se entierran al pie de un árbol; y no logran de sufragios en particular sino cuando algún pasajero halla alguna osamenta humana sobre la tierra, y la conduce a Montevideo a que se le dé sepultura eclesiástica; y no es por falta de piedad sino por defecto de Iglesia y ministros, pues aquella gente en medio de su rudeza y miseria conociendo que es santa y saludable la oración y el sacrificio por los difuntos, se complacen de oír misa y dar limosnas para que se celebren; sobre que vimos en el año de 92, salir un eclesiástico a la campaña y haberle encargado tantas misas los peones que se restituyó a Buenos Aires en muy pocos días con más de 7.000 pesos $ de limosna; y hemos oído referir a otros sacerdotes que se llenan de júbilo aquellas gentes cuando los ven transitar por el campo, que tienen mucha reverencia a su carácter, que oyen la misa con devoción y que todos solicitan que se les confiese. Pero sobre todo lo que más nos admiró fue haber visto despoblarse la campaña en el año de 92 y bajar a Montevideo con la ocasión de haberse presentado allí una ejemplar señora (que tiene a su cargo la casa de Ejercicios de Buenos Aires) a darlos en aquella ciudad por algún tiempo bajo la dirección del Maestro Provincial Fr. Diego del Toro del orden de la Merced. No cabían en la casa destinada a esta obra los pobres del campo que concurrieron tantas cuantas veces se dieron que pasaron de treinta. Fueron pocos todos los sacerdotes de Montevideo para oír confesiones. Concurrieron a los gastos de la Casa con limosnas increíbles. Rogaban con ahínco a la señora que no se retirase a Buenos Aires. Lloraron su partida, y todavía la solicitan porque se vuelva a Montevideo.
Estas y otras noticias nos tienen persuadidos que no tardará más en domiciliarse y convertirse la gente de la campaña y abandonar los robos del ganado que lo que se tarde en fundarles iglesias y enviarles ministros; y que dándoles pedazos de tierra y algunas cabezas de ganado se acabaría en ellos hasta la memoria de sus pasados delitos. Ello es por cierto cosa dolorosa ver el abandono en que vive aquella gente, y lo pronto que se darían a partido si se les halagase un poco. Ellos no ignoran que la vida que traen es delincuente ante Dios, y los hombres; y como por otra parte no aprovechan el fruto de su trabajo, o a lo menos no les luce, ni les medra, con poco que se les demostrase su rudeza, o sólo con tener cerca de sí personas que los instruyesen y los despertasen, tomarían asiento en poblado y se dejarían de robos y amancebamientos. Es tan inherente esta compasión a todo católico el ver el estado del campo, y el carácter de aquellos habitadores, que si hemos de hablar con verdad, ella ha sido la causa motiva de nuestra determinación a tomar la pluma sobre el asunto de este papel, tan desigual a nuestras fuerzas. Conocemos ser indisputable el beneficio que resultará al Estado, a la iglesia, a la real Hacienda y a todas las órdenes de la Nación de que se planifique la reforma de la campaña, pero preciando antes de católico que de patrióticos, confesamos que el bien espiritual de tantas almas, es lo que más nos ha inducido a escribir, rompiendo por medio de todas nuestras desconfianzas; y sí con efecto fueren parte nuestras tareas de que se verifique la conquista de aquella tierra, nos lisonjearemos de haber hecho un servicio a ambas Majestades.